jueves, 9 de junio de 2016

Con el corazón a tientas - Prólogo de Marta de Arévalo



“Con el corazón a tientas” como dice en uno de los poemas, así parecen haber sido escritos los versos de este poemario donde el amor  fluye entre vaivenes de esperanza y desolación.

La pregunta esencial que parece surgir es cómo hacer para que la mente le diga al corazón que aquiete sus latidos y  no desee deshacerse  en ternuras, talvez ya compartidas y olvidadas, talvez soñadas y en esperas… Pregunta sin respuesta. Y sin solución posible, porque el corazón humano no sabe de razones y ama y recuerda  y espera. Así, los versos se desenvuelven  entre sensaciones, dudas y desvelos: “Tengo un mar de sensaciones/ un mar de preguntas./ (…) Sin tiempo /sin espacio / sin prisa. …”
Y aún cuando el entorno distrae al espíritu con su cuota de belleza, “Gaviotas (…) en noche de marea alta / Susurro de aves /danza de encanto/ lento respirar cual ola  / que rompe en la bahía…” el corazón recuerda: “Vos y yo / a la lejanía.”  Y la remembranza unida la contemplación se reitera en otro poema: “La  arena blanca / y la suave espuma / tu voz tierna / y la luna.// Será el mar / las gaviotas / y este sueño mío./” 

Todo el poemario respira dolorida ausencia y amorosa entrega. La pesadumbre y las dudas no alteran el sentimiento persistente de la necesaria presencia del  “otro”. De entender que el amor debe ser compartido para ser dicha presente. Hay momentos en que los textos relatan una gran desesperanza. Así en “A veces” leemos: “A veces no sé si estoy o no estoy / entre voces que ya no dicen nada ,/ Recorro y miro y observo . / Sólo veo el borde de la nada.”

Y sin embargo, las voces que surgen de estos poemas de Marisa Avogadro, sí, dicen mucho. Dicen de la vida, dicen del corazón humano, que jamás se da por vencido en su búsqueda eterna de la felicidad, mediante el acto maravilloso de darse en amor con la esperanza irrenunciable de recibir la amorosa correspondencia de ese otro al que se ama. 

La segunda parte de  esta obra está dedicada a una muestra original de la visión de la poeta sobre su manera de apreciar los colores. Su sensibilidad actúa sobre la psiquis y la intuición desafía lo convención para ofrecernos una mirada diferente. Así los azules habitan la inmensidad, el blanco se asocia a jazmines y perfumes orientales, el rojo es ebullición, uva, amor, el verde la naturaleza en plenitud, el rosa se apodera de las flores y de la ternura, el marrón se desplaza en la tierra y se yergue en la montaña, asocia el amarillo con poesía y con aromas de paz, el naranja preludia en azahares,  el violeta se funde en el arco iris, las viejas fotos le presentan al sepia, los silencios inmutables obsesionan en el gris,  el negro es seductor y confidencial. Aunque no tiene color, lo transparente está representado en el aire y la lágrima, y por último, enlaza todos los colores en un Multicolor donde “todos se unen y reflejan”.  Talvez, en este simbolismo  de los colores, nos está diciendo de las mil formas de las cosas, en las que la vida, única y maravillosa, se multiplica y se recrea.  

En suma, dos partes de un libro escrito con el corazón.    

Marta de Arévalo

Uruguay, noviembre 2009

Nota:

[1] Marisa Avogadro. (Mendoza, Argentina) Master en Comunicación y Educación; profesora investigadora,  ensayista; poetisa, narradora, periodista. Autora de trabajos sobre comunicación distinguida con importantes  lauros, como  Distinción Legislativa “Ejército de Los Andes”, en el área de letras y periodismo, 1997 Maipú, Mendoza, Argentina; entre otrosCoordinadora de la Sección RazónArte  y Columnista de la revista Razón y Palabra, Proyecto Internet, Instituto Tecnológico de Monterrey ITESM), Campus Estado de México