Cuando florecen los chañares, recuerdo decir a mi madre, con voz dulce, cumplís años, María. Cuando florecen los chañares en el Norte es en pleno agosto, cercano al tiempo de primavera.
No interesaba el día preciso del cumpleaños, pero sí, tener presente que era la época en que el monte se viste de colores mágicos. Una alfombra amarilla rojiza a la distancia. Pequeñas flores en forma de mariposas, en ramilletes, cuando las tienes cerca de la mano.
El monte es amplio y los chañarales lo surcan. Se escuchan las chayas aborígenes a la distancia. Arbustos de pequeñas hojas verdes mezcladas con espinas, testigos silenciosos de tantas historias: del juego de los niños; del trote de los caballos azabaches y los blancos; de los secretos de pueblos perdidos.
Tan sólo chañares, esperando que sus flores perfumen esa inmensidad marrón tierra, llevando el misterio de otros tiempos. Compartiendo sus secretos con las abejas, las mariposas y cuanto pájaro vuela a su alrededor. Prestando sus ojitas verdes oscuras, como pequeñas orejas, a todos los habitantes que a paso lento, le cuentan sus relatos y le piden consejo.
Cuando florecen los chañares, ese es el día… del encuentro.
Mag. Marisa Avogadro Thomé
Periodista - Escritora
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