Hoy
visité a Navidín, el pino de Navidad y al resto de pinos del bosque. Recorrí
los cipreses y abedules. Las pequeñas flores multicolores, los lirios y las
fresias.
Había
árboles altos y más altos, de diferentes tonos de verdes y a sus pies sus
compañeras, las flores silvestres y arbustos, piedras, insectos coloridos.
Canté
con todos ellos las antiguas canciones que nos dejaron mis abuelos los duendes.
Y al terminar de cantar, el Espíritu del Bosque me llamó para hablar. Me contó
del gran secreto de la Danza Nueva que tengo que bailar. Su voz era suave, como
un susurro, como cuando una mamá acuna en sus brazos a su bebé y me explicó
nuestra tradición y lo que yo debía hacer.
El
dijo muy serio que yo, el Mago Danzarín, esta noche del treinta y uno de
diciembre debería bailar con todas mis ganas la Danza Nueva.
Navidín
abría cada vez más sus grandes ojos saltarines, prestando atención al mensaje
del Espíritu del Bosque.
Se
hizo la hora. La hora en que la luna alumbra con más fuerza el cielo. Di
vueltas y más vueltas, soplaba una brisa suave y fresca. Colores y olores como
en primavera.
El
Mago Danzarín danza con clin, clin. Danza con tan, tan, llenando la Madre
Tierra de ¡amor y prosperidad!
Marisa Avogadro Thomé. De su libro Ojitos de ilusión. Cuentos para Navidad. Colección CuentosComunicarte, Mar y Arte Ediciones, Argentina, diciembre 2014, [ebook]
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