Cambio, palabra
que significa sustituir una cosa por
otra. Esa frase resonaba en mi mente, diría que dibujaba arabescos de
diferentes tamaños. Los chinos también decían, no resistirse al cambio, dejarse
fluir. Tantos opinaban sobre el cambio: el cambio de moneda, el cambio de
estado, el cambio del tiempo, el cambio de roles, el cambio. Casi una carga,
casi un peso, tantas formas diferentes de cambio.
Seguía en la
redacción del periódico, justamente sentada frente a mi computadora personal,
esperando la palabra cambio: de trabajo, de sección, de nota para este día.
Últimamente nada
se quedaba como era. Solía recordar esas tardes impregnadas a magnolias y
tilos, de suaves amarillos y puros blancos. Recordaba mis pasos por el parque
camino a casa o al trabajo. El crujir de las hojas de otoño o el verde
destellante del verano. Ya no caminaba al trabajo.
Te recordaba como
menta perfumada mezclada con canela en rama. Con tus ojos miel brillantes, con
tu caballo negro de noche, con nostalgias a madreselvas. Tu paso altivo y las
palabras cortantes.
Hoy era un día de
lembranzas, al decir portugués... En
esta rueda infinita, el azar jugaba con nuestros destinos y hoy estamos arriba
y mañana abajo y nada se detiene y todo se transforma.
La ciudad ya no
era la misma. Los cibers estaban por
doquier. Una computadora aquí, otra más allá y cientos de personas sin
necesidad de hablar, de pronunciar una palabra, tan sólo de dibujarlas en una
pantalla. Teclas tras teclas y animaciones para decir: te quiero, ¿cómo estás?,
una cara de enojo y otra de alegría. ¡Ni las emociones se trasmiten como antes!
En este ritmo vertiginoso, hoy es ayer y qué sucederá mañana.
Estoy
aquí esperando nuevas directivas. Con la hoja del crucigrama de una revista
frente a mi vista: columna 13: dícese de la palabra que significa sustituir una
cosa por otra, tiene seis letras... Ah, ¡sí!: Cambio.
Marisa Avogadro. Escritora - Periodista
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