Y su perfume quedó en su piel
aún de mañana.
Bajo el agua fresca cristalina
aún estaba.
Esa presencia artera de su cuerpo
que deja huellas en su alma.
Esa vibración de sonidos y ruidos
que dentro se acallan.
La necesidad inquieta de gritarlo,
de decirlo, de reclamo.
Su presencia firme como la montaña,
su perfume tierno como canela en rama.
Marisa Avogadro Thomé.
Con el corazón a tientas. Poesías.
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