Dos ojos negros almendrados, brillantes, la miraban inquisidores.
Parecían estar plenos de preguntas sin respuestas. Queriendo saber más y más.
Era esa su mirada, la que siempre la inquietaba. Profunda, fría,
distante. Ella prefería una expresión de dulzura; como la del sabor a vainilla,
mezclado con frutas frescas.
De pronto, miró la palma de su mano. En ella habían dos semillas de
manzana, que como ojos negros almendrados, la miraban inquisidores.
Por un momento creyó que eran sus ojos. Buscó rápidamente una galleta de
coco, para pasar el sabor amargo y dio un respiro profundo.
Era sólo un recuerdo.
Marisa Avogadro Thomé. Periodista - Escritora
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