En el Día del Café les comparto tres cuentos de mi autoría que forman parte de mi libro
"Pasión a la Madrileña. Cuentos Gastronómicos A la carta". Mar y Arte Ediciones, 25 de julio
de 2014, amazon.es, kindle.
Café Geisha
Discó los siete dígitos del
número de la empresa para avisar que llegaría más tarde. Inmediatamente, sin
escuchar el sonido característico de un teléfono llamando, una suave y dulce
voz femenina le contestó: ¡buenos días!, ¿Quién es?.
El se
sorprendió. ¿Acaso no sabía la telefonista que debía dar el nombre de la
empresa en primer lugar?.
Con voz firme, le dijo
ásperamente: qué sucede; desde cuando atiende el teléfono de este modo. Soy el
presidente del directorio.
Con una sonrisa a flor de
labios, la voz del otro lado del teléfono contestó: Juan, ¡buen día!. Por fin
de buen humor haciendo un chiste.
El contestó rudamente con la voz cada vez más
crispada. Un largo silencio y María respondió: lo siento, tal vez la llamada se
ligó. Mi teléfono no alcanzó a sonar, respondí porque escuché una voz antes de
discar.
Esa tarde, a las 20.30 hr, bajo
el azul intenso del agua del Canal, Juan
y María tomaban un exquisito café geisha en la Calzada de Amador.
Se deben
sentar al menos dos periodistas, en una mesa redonda, pequeña, de un café
conocido en la calle peatonal de una ciudad principal.
Luego le agregan chistes varios del fin de
semana, divertido o aburrido y lo baten muy bien, mezclando informaciones
políticas y sociales de la localidad.
Cuando ya parece que todos los ingredientes
están preparados, le vuelca al paso, unas gotas de humor ácido, al mejor estilo
inglés, como le enseñó su profesor en la universidad.
Y así,
con la taza servida en la mesa, degusta entre aromas de granos molidos y
recuerdos de otras tierras, ese sabor a café cortado con tintes de leche. Con
sus compañeros y amigos, todas las semanas, en el mismo lugar de siempre.
Café a las Letras
Llegué a la confitería habitual, me senté y todo fue especial. La mente
relajada y las ganas de escribir.
Como siempre, había que elegir: el perfume intenso y el sabor suave del
colombiano; el ligero aroma del brasileño; o el torrado intenso del italiano.
Pensé en el que tenía frente a mis ojos. Ese que hacía sentir la mezcla
de chocolate y néctar. Ese que tenía el color de tus ojos cuando me miran con
deseos. Era mi café a las letras, el que saboreaba día a día, en mañanas
soleadas, cuando me escapaba para escribir. Para viajar con el pensamiento
a lugares remotos, a azules mediterráneos, hasta llegar a tu piel y mis
dedos.
Café a las letras... Y siguió mi lápiz deslizándose por la servilleta de papel,
dibujando un te quiero.
Marisa Avogadro Thomé. Pasión a la Madrileña. Cuentos Gastronómicos A la carta
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