En la Argentina se conmemora el 20 de setiembre el Día Nacional del Caballo, que fue promovido por la Federación Ecuestre Argentina. Se eligió esa fecha recordando el arribo a Nueva York de un jinete suizo, Aimé Féliz Tschiffely, que desde la Argentina llegó a Estados Unidos en una travesía que se inició en abril de 1925 y arribó en setiembre de 1928, con lo cual quedó demostrada la resistencia de los caballos criollos.
A través de la Ley 25125, sancionada el 4 de agosto de 1999 y promulgada el 6 de setiembre de 1999, se designó este día ( la Ley 25125 puede consultarse en: http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/55000-59999/59831/norma.htm)
Por tal motivo, comparto con ustedes estos cuentos de mi autoría, ya que este noble animal, trabajador incansable del campo argentino y participante de deportes, me acompañó desde mi niñez.
Vaya un recuerdo a mi padre, Luis, amante de los caballos y a nuestra Ficumalva.
Azabache
Negro nocturno. Azabache. Bravío. Crines al
viento y resoplidos. Lo miro a la distancia esbelto, trotando por el campo
abierto. Verdes y ocres se pierden entre aromas a lavanda, tilos y recuerdos.
Negro nocturno, de noche. Cuando sale a recorrer
los pastizales a paso lento o al trote.
Azabache, azabache también son sus ojos
grandes, vivaces. Cada mirada es un gesto, una expresión de amor, un
movimiento.
Decidí acercármele con terrones de azúcar,
que comió rápidamente y de nuevo sus ojos brillaron con un gracias dulce y
salvaje, mezcla de miel y menta.
Y volvió a correr al campo; desafiando
el viento. Habitante silencioso de nuestros suelos. Tras él; cabalgan jinetes
invisibles en caballos alados; los orígenes de nuestras tierras. Los caciques
vigilando, a campo traviesa.
Chusco El Gladiador (dedicado al caballo de igual
nombre de la Cabaña
“El Chusco y las
boleadoras”)
Si una palabra lo definía, era su elegancia;
el porte, el estilo. Su piel satinada beige clara y sólo unos toques de blanco
y ceniza oscuro.
Detenido, firme, seguro. Mirando a
la distancia. Esperando... Con nombre de luchador, el que enfrenta, el que
desafía.
Tal vez sólo una palabra lo
definía: Chusco Gladiador, su caballo, su compañero. Hoy, el hacedor de sus sueños.
Mi Alazán
De sólo meses y ya
tiene estampa. Rojizo y con manchas
blancas. Con porte de campeón y mirada lejana. Da pasitos y trotes, jugueteando
a las escondidas en el bosque.
Rojizo su pelo, como la
pasión que lleva en su alma. A
campo abierto galopa y sus crines se agitan, en noches de cielo puro, en
noches de luna blanca.
Al llegar la mañana
llega a paso lento. Busca mi mano con ternura, saca un terrón de azúcar y
vuelve a desafiar al viento.
Rojo como el fuego
recién encendido, como tu amor y el mío. Alazán criollo de raza, mi alazán
bravío.
Marisa
Avogadro Thomé. Escritora – Periodista
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