Me levanté temprano intentando cocinar de
mañana, ya que en esta parte del mundo, en diciembre hace mucho calor.
Había colocado sobre la mesa los
ingredientes y estaba lista para preparar el pan dulce para la noche. Traje un
tazón blanco de porcelana china, donde los mezclaría a todos.
Primero puse mucho amor, con campanitas de
duendes. Seguidamente, le incorporé hojas de menta mojadas por el rocío, para
tener esperanza y compartir con los niños.
A continuación una cucharada de energía, de granos de uvas morenas,
con pizcas de uvas de Baalbek, del fondo de la casa de la abuela.
Luego, varias
cucharadas de ternura y de ilusión, para recordar las canciones que cantaba
nuestra familia cuando llegó.
Quedaba incorporar
ahora pimienta: unos granitos, junto con chocolate y pasión.
Estaba todo casi
listo, para llevar al molde y cocinar con moderación.
Y cuando saqué el
pan dulce del horno y se llegaba la medianoche, escuché la voz del locutor en
la radio que decía: - Jesús ha nacido en Belén, les dedicamos esta canción.
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