Jueves 17 de setiembre de 2015 - Sección "La Página Literaria" Diario Hoy Canelones - Uruguay
La Página Literaria Gerardo Molina
D
e A r o m a s y C o l
o r e s
“Un viaje Imaginario” de Marisa E.
Avogadro, 32 páginas, Colección Infantil ‘Cuentoscomunicarte’, Beta
Impresiones, Mendoza, Argentina, 2004.
Joven y talentosa poeta y narradora, su
libro refleja una veta comunicacional y creativa que se singulariza por la
profusión de notas de color y de perfumes (recordamos la “teoría de las
correspondencias” de Baudelaire). Así, el lector penetra en un mundo que tiene
mucho de encantamiento, donde la realidad y la fantasía se funden
armoniosamente y es natural, entonces, hablando de aromas enlazar tilos y recuerdos. Relatos plenos de
imágenes, guardan en veces, como un eco de su vena poética, en muchos de sus
párrafos una asonancia juguetona. Si bien la obra está destinada
fundamentalmente a los niños, su encanto cautiva a los lectores de cualquier
edad. Del conjunto de 23 cuentos destacamos Azabache,
La Esperanza, Mariposas, El Viaje de Malbectín, En la Cima, Bichitos de Luz,
Chocolate y Pino, Corazón de Chocolate.
Marisa Avogadro Thomé
es, también, periodista . Recibida de Máster en Comunicación y Educación, es
profesora universitaria de grado y posgrado; conferencista. Coordina la Sección
RazónArte, de la revista Razón y Palabra”, de México.
Tiene publicaciones
periodísticas y literarias en medios impresos y digitales en: Argentina,
Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, España,
Estados Unidos, México, Perú, Uruguay, Venezuela. Ha recibido distinciones por
sus trabajos periodísticos y literarios.
Otras obras: Ojitos de ilusión.
Cuentos para Navidad; Pasión
a la Madrileña; Con el corazón a tientas.
Compartimos con nuestros lectores
algunos de sus cuentos:
Azabache
Negro nocturno. Azabache. Bravío. Crines al viento y
resoplidos. Lo miro a la distancia, esbelto, trotando por el campo abierto.
Verdes y ocres se pierden entre aromas a lavanda, tilos y recuerdos.
Negro nocturno, de noche. Cuando sale a recorrer los
pastizales a paso lento o al trote.
Azabache, azabache también son sus ojos grandes,
vivaces. Cada mirada es un gesto, una expresión de amor, un movimiento.
Decidí acercármele con terrones de azúcar, que
comió rápidamente y de nuevo sus ojos brillaron con un gracias dulce y salvaje,
mezcla de miel y menta.
Y volvió a correr al campo; desafiando
el viento. Habitante silencioso de nuestros suelos. Tras él; cabalgan jinetes
invisibles en caballos alados; los orígenes de nuestras tierras. Los caciques
vigilando, a campo traviesa.
En la cima
Desde arriba todo era más
pequeño pero más amplio. Tan amplio. Extendido al infinito. Montañas y más
montañas y valles y tierra en círculos concéntricos.
Desde arriba todo era más
pequeño pero las voces del agua más fuertes, más claras. Hilos transparentes
pasando entre rocas coloridas. Brazos firmes abriéndose paso por tierra y
orígenes.
Fueron suficientes unos
segundos. Vueltas y más vueltas con la mente. Surcando el viento.
Desde
arriba todo era más pequeño, salvo nosotros. Nosotros, en la cima, cóndores del
aire, sintiendo y viviendo. Así, desplegando nuestras alas y viajando por el
tiempo.
Mariposas
Ya no se encuentran en el barrio donde vivo.
El aire está más denso y oscuro. Ahora hay humo, ruido, fertilizantes; las
flores están solas sin sus acompañantes.
Pequeños barriletes de colores que duran un instante. Mariposas de alegría
y festejo constante. Ya no hay como había, como antes. De corola en corola, de
sabores inconstantes. Banderitas de colores, arco iris, rayas y motas, de lo
tierno que provocan.
Mariposas tan sólo de
infancia, de correr por los campos traviesa como una esperanza. Presencia firme
de los jardines, hoy ausentes sin decires. Naturaleza viva o muerta, o en
transparencia. Jugueteo de alas que se cruzan en el aire cargado de aromas a
tarde. Alegría de flores y recuerdo de alas.
Bichitos de
Luz
Veo una luz pequeñita. Se prende y apaga.
Corre y corre y yo voy tras ella, pero no la puedo alcanzar.
¡Ay! Ahí
viene otra y otra más. Prenden y apagan. Parece que estuvieran tocando alguna
música. Imagino sonidos por el campo abierto, en el profundo silencio nocturno.
Miro al cielo y veo la luna que nos escucha y baila con cascabeles atados a su
cintura.
Hagamos una ronda, es noche
de juegos. Eh! Bichitos de luz, los llamo. Hagamos una ronda, es noche de
juegos.
Prenden y apagan
permanentemente, estos pequeñitos habitantes de la naturaleza, que sólo se ven a esta hora. Farolitos suspendidos en el
aire, nos están alumbrando hoy a todos.
Danzan las lechuzas y un pájaro que se acaba de despertar por el ruido. Y
se unen a nosotros mi perro que juega con su cola y un conejo saltarín. Ronda,
ronda, redonda, llegan los sapitos y los caracoles. También vienen las
liebres y se juntan al ritmo de las tortugas. Estamos de fiesta. El cielo azul
nos mira y nos acompañan las estrellas.
Luz, luz, somos bichitos
de luz...
El nacimiento
Era tan pequeñita, casi como una semillita
de anís. Llegaba a sentirle su perfume penetrante. Imaginaba formas y mil
formas. Colores desde el blanco, pasando por el amarillo y hasta el bermellón.
Todos esperábamos impacientes
uno y otro mes. Un movimiento era un mensaje, una señal, un sentimiento.
Crecía y crecía ante nuestros ojos, pero oculta en su gran cuna de agua.
Ruiditos y sonidos le
llegaban, decía el doctor, por eso le hablábamos suavemente, como un murmullo.
Le contábamos historias de hadas y duendes. De un país mágico donde todos los
niños y niñas son felices. Y mezclábamos esos sonidos con ritmos de salsas y de
pop. Si sentía tanta variedad, seguramente su universo iba a ser aún más
amplio.
Y le contaba sobre las
flores, las mariposas y el vuelo de sus alas, como las que ella iba a tener
cuando saliera de su huevo, hecho de hilos de seda dorados brillantes. Y le
expliqué del sabor tropical del ananá, de los azules intensos del mar, con
corales y peces multicolores. De los inmensos prados verde oscuros, verdes
claros, por donde cabalgan caballos salvajes con sus crines al viento y pequeños
conejitos blancos saltan entre sus patas.
Mas sentimos tintinear de
campanitas, alguien estaba llamando a alguna puerta. Dijimos campanitas
anuncian la llegada de un ángel. Llegó una niña, una hermosa niña de brillantes
ojos negros y cabellos azabaches. Llegó una niña, murmuró una enfermera vestida
en blanco impecable con ese terrón de azúcar entre sus brazos. Ese terroncito
que se esperó nueve meses, nueve lunas.
Marisa Avogadro Thomé